PRIMERA CARTA 1899
Primera Carta
Yokohama, 18 de mayo de 1899 (1)
No se que escribir sobre el Japón. Me siento muy embrollada. Ayer llegamos. Subiendo sobre la cubierta, lo primero, el Fuji-Jama. La impresión: como si no fuera algo nuevo, sino previsto, natural. Reflexionando. Lo encontré chato. Los japoneses lo han idealizado, elevando. Por el otro lado, siluetas de montañas pequeñas, rocas, quebradas, originales pero no imponentes. Almorzamos; menos entusiasmada que la noche antes. El Japón era ya una obsesión, al menos en lecturas, en expectativas. Me faltaba la paciencia para llegar.
Vuelvo a subir. El Fuji-Jama... qué maravilla. Está ahora en la apoteosis, entre nubes, fantástico, vaporoso en el aire, en el cielo. Transparente, azul-blanco, las montañas de líneas puras, de sombras en cielo puro japonés. Las riberas de arbolitos recortados. Todo lo visto en bandejas, en paisajes en vasos ¡El Japón! Al otro lado un archipiélago de barquitos con velas, todo como en sueños transparentes el agua en tono aconchaperlado. Mi Kodak una miseria. Nada se pudo sacar. El Fuji-Jama medio escondido ya, como visión entre cúmulos, muy lejos. Los barquitos, la luz muy tenue. Avanzamos y se sintió el ancla. Cambió el espectáculo y quedamos divisando acorazados, el inglés, el italiano. Algunos buques envelados chinos o japoneses, y pasaron algunas barcas que parecían antiguas cartaginesas. Me distraigo con la gente de abordo, todas de sombreros, con los vaporcillos que se aproximan al nuestro... a Xavier (2) y su mujer que se precipitaban sin poder avanzar hacia arriba. Me dio un encantador ramo de orquídeas. Javier, el mismo pero muy gentil. La niña, bonita, de mucho ‘charme’. Un color ‘fleur’, de un perfil ‘boticellesco’. Muy buena y muy amable.
Salimos a pié. Curiosos los trajes, todos distintos. Trajes increíbles, cómicos. Caras idiotas, bocas repugnantes. Vamos a una exposición de pintura de gran interés. Los kakemonos muy bonitos, algunos de una simplicidad increíble. Me entusiasmo con una caja de laca, pregunto el precio y sale a 1000 francos. En dos tiendas veo la pacotilla más colosal. El triunfo de la exportación. Hay que ver mucho y cansarse, educarse y eliminar el mal gusto.
Estoy entusiasmada con lo que preveo. Me acuesto muerta y del cansancio no duermo. Carmen tose mucho y me preocupa. Oigo cerca un niño con coqueluche abrumadora, lo compadezco, me alarma, averiguo y decido. Hoy parten los grandes para Tokio y yo intento seguir más tarde con los pequeños.
La mujercita de Javier entra en mi cuarto y me encanta. Siento por ella cariño maternal. Creo que haremos buenas amistades. Jovencita fina, buena. No conoce la envidia y reticencia que a veces me ha rodeado. ¿Qué pensará del Japón Mr. Odin?
1 Algunas de las cartas llevan mes y día; en ninguna de ellas se hace mención del año. No cabe duda de que es 1899 (2 )Javier Larraín Irarrazaval, Secretario de la Legación, que los esperaba desde hacia unos días en compañía de su esposa.
Yokohama, 18 de mayo de 1899 (1)
No se que escribir sobre el Japón. Me siento muy embrollada. Ayer llegamos. Subiendo sobre la cubierta, lo primero, el Fuji-Jama. La impresión: como si no fuera algo nuevo, sino previsto, natural. Reflexionando. Lo encontré chato. Los japoneses lo han idealizado, elevando. Por el otro lado, siluetas de montañas pequeñas, rocas, quebradas, originales pero no imponentes. Almorzamos; menos entusiasmada que la noche antes. El Japón era ya una obsesión, al menos en lecturas, en expectativas. Me faltaba la paciencia para llegar.
Vuelvo a subir. El Fuji-Jama... qué maravilla. Está ahora en la apoteosis, entre nubes, fantástico, vaporoso en el aire, en el cielo. Transparente, azul-blanco, las montañas de líneas puras, de sombras en cielo puro japonés. Las riberas de arbolitos recortados. Todo lo visto en bandejas, en paisajes en vasos ¡El Japón! Al otro lado un archipiélago de barquitos con velas, todo como en sueños transparentes el agua en tono aconchaperlado. Mi Kodak una miseria. Nada se pudo sacar. El Fuji-Jama medio escondido ya, como visión entre cúmulos, muy lejos. Los barquitos, la luz muy tenue. Avanzamos y se sintió el ancla. Cambió el espectáculo y quedamos divisando acorazados, el inglés, el italiano. Algunos buques envelados chinos o japoneses, y pasaron algunas barcas que parecían antiguas cartaginesas. Me distraigo con la gente de abordo, todas de sombreros, con los vaporcillos que se aproximan al nuestro... a Xavier (2) y su mujer que se precipitaban sin poder avanzar hacia arriba. Me dio un encantador ramo de orquídeas. Javier, el mismo pero muy gentil. La niña, bonita, de mucho ‘charme’. Un color ‘fleur’, de un perfil ‘boticellesco’. Muy buena y muy amable.
Salimos a pié. Curiosos los trajes, todos distintos. Trajes increíbles, cómicos. Caras idiotas, bocas repugnantes. Vamos a una exposición de pintura de gran interés. Los kakemonos muy bonitos, algunos de una simplicidad increíble. Me entusiasmo con una caja de laca, pregunto el precio y sale a 1000 francos. En dos tiendas veo la pacotilla más colosal. El triunfo de la exportación. Hay que ver mucho y cansarse, educarse y eliminar el mal gusto.
Estoy entusiasmada con lo que preveo. Me acuesto muerta y del cansancio no duermo. Carmen tose mucho y me preocupa. Oigo cerca un niño con coqueluche abrumadora, lo compadezco, me alarma, averiguo y decido. Hoy parten los grandes para Tokio y yo intento seguir más tarde con los pequeños.
La mujercita de Javier entra en mi cuarto y me encanta. Siento por ella cariño maternal. Creo que haremos buenas amistades. Jovencita fina, buena. No conoce la envidia y reticencia que a veces me ha rodeado. ¿Qué pensará del Japón Mr. Odin?
1 Algunas de las cartas llevan mes y día; en ninguna de ellas se hace mención del año. No cabe duda de que es 1899 (2 )Javier Larraín Irarrazaval, Secretario de la Legación, que los esperaba desde hacia unos días en compañía de su esposa.
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